Por fin, parece que todos están de acuerdo en la cuestión, incluso aquellos que eran más reacios hace no muchos años: el cambio climático, el calentamiento global es un hecho, se está produciendo y no hay forma de pararlo. Otra cosa es si se van a poder mitigar sus efectos, si seremos capaces los humanos de ponernos de acuerdo en las soluciones necesarias para que el daño sea menor. Los responsables políticos se han puesto como objetivo limitar el incremento de la temperatura media global a 2 °C en 2100 comparada con los niveles preindustriales —no se dice cuáles eran, por cierto—, y ya están hablando de medidas: básicamente, reducir las emisiones de los gases de efecto invernadero.
La
opinión dominante en estos momentos es que, si la temperatura media terrestre
sube más de 2 °C, las catástrofes se multiplicaran: el hielo polar se
derretirá, el nivel de los mares subirá, las zonas bajas costeras se inundarán,
habrá desplazamientos masivos de gente, hambrunas… Bueno, vale. Seguramente
todas estas previsiones se verán confirmadas, y ¿qué? Al planeta le da igual
todo esto, él seguirá ahí.
Todo
el mundo parece olvidar que la tierra ha sufrido cambios climáticos muchas
otras veces y siempre ha sobrevivido. Y no solo la tierra ha sobrevivido,
también ha sobrevivido la vida en la tierra. Hace unos cuantos millones de
años, los dinosaurios —y una buena parte de las especies existentes—
desaparecieron. Y ha habido otras extinciones masivas. Pero la tierra siempre
siempre siempre ha seguido aquí, más bien intacta.
Seamos
sinceros. Al planeta le da igual el cambio climático, es a nosotros, los
humanos, a los que nos importa… porque estamos viendo, no el principio de nuestra
desaparición de la faz de la tierra, sino el principio de la desaparición de
nuestro modo de vida, tan cómodo y confortable en el caso de los países
desarrollados. De ahí el miedo que se va asociando a las expresiones cambio
climático y calentamiento global.
¿Salvar
el planeta? ¡El planeta ya sabe salvarse él solito!