¿Por qué?

¿Por qué?

viernes, 15 de enero de 2016

¡Que viene el cambio climático!

¿Por qué causa tanto miedo el cambio climático que se avecina? ¿Por qué ese temor a que el planeta padezca todo tipo de catástrofes? ¿Por qué hablamos de preservar el medioambiente y la biodiversidad? ¿Por qué es necesario salvar el planeta?


Por fin, parece que todos están de acuerdo en la cuestión, incluso aquellos que eran más reacios hace no muchos años: el cambio climático, el calentamiento global es un hecho, se está produciendo y no hay forma de pararlo. Otra cosa es si se van a poder mitigar sus efectos, si seremos capaces los humanos de ponernos de acuerdo en las soluciones necesarias para que el daño sea menor. Los responsables políticos se han puesto como objetivo limitar el incremento de la temperatura media global a 2 °C en 2100 comparada con los niveles preindustriales no se dice cuáles eran, por cierto, y ya están hablando de medidas: básicamente, reducir las emisiones de los gases de efecto invernadero.

La opinión dominante en estos momentos es que, si la temperatura media terrestre sube más de 2 °C, las catástrofes se multiplicaran: el hielo polar se derretirá, el nivel de los mares subirá, las zonas bajas costeras se inundarán, habrá desplazamientos masivos de gente, hambrunas… Bueno, vale. Seguramente todas estas previsiones se verán confirmadas, y ¿qué? Al planeta le da igual todo esto, él seguirá ahí.

Todo el mundo parece olvidar que la tierra ha sufrido cambios climáticos muchas otras veces y siempre ha sobrevivido. Y no solo la tierra ha sobrevivido, también ha sobrevivido la vida en la tierra. Hace unos cuantos millones de años, los dinosaurios —y una buena parte de las especies existentes— desaparecieron. Y ha habido otras extinciones masivas. Pero la tierra siempre siempre siempre ha seguido aquí, más bien intacta.

Seamos sinceros. Al planeta le da igual el cambio climático, es a nosotros, los humanos, a los que nos importa… porque estamos viendo, no el principio de nuestra desaparición de la faz de la tierra, sino el principio de la desaparición de nuestro modo de vida, tan cómodo y confortable en el caso de los países desarrollados. De ahí el miedo que se va asociando a las expresiones cambio climático y calentamiento global.

¿Salvar el planeta? ¡El planeta ya sabe salvarse él solito!

 

viernes, 1 de enero de 2016

A favor del voto en contra

¿Por qué el voto tiene que ser siempre a favor de una candidatura? ¿Por qué no puede ser en contra? ¿Por qué el sistema se empeña en que vote a favor de alguien, aunque no encuentre a nadie con quien me pueda identificar, que me apasione, que colme mis expectativas…, en definitiva, que merezca realmente mi voto? ¿Por qué la única opción que tengo en estos casos es abstenerme o votar en blanco, lo que, a fin de cuentas, según están las leyes electorales al uso, es tirar el voto a la basura? ¿Por qué no me está permitido votar en contra?


Un hombre, un voto. Ese es el principio de la democracia, ¿no? Bueno, vale. Sí, seguro que ahora más de uno y más de dos lo habrán transformado en Un hombre / una mujer, un voto. Igual da. O, mejor dicho, igualdad. En fin, dejémoslo ahí. El caso es que mi voto debería valer igual que el tuyo, pero no va a ser así, porque mi voto va a ir a parar a la basura. Y eso incumple la base de la democracia.

Si existiera la posibilidad de votar también en contra, la cosa cambiaría sobremanera. Las posibilidades de que pudiera usar mi voto se multiplicarían: si no encuentro candidaturas que merezcan mi voto a favor, a lo mejor sí encuentro alguna que merezca mi voto en contra. Si no encuentro a nadie con quien me pueda identificar, que me apasione, que colme mis expectativas, a lo mejor sí encuentro a alguien que me cause repugnancia, que me repela; en definitiva, alguien que no me gustaría ver en absoluto gestionando la cosa pública.

Yo podría usar mi voto, la abstención bajaría (ahora no se apea del 33 %), los índices de participación aumentarían, la democracia se robustecería… y todos contentos. Bueno, no sé si todos. Quizá los partidos políticos no tanto, porque ¿a quién le gusta que le digan explícitamente que no vale, que no sirve, que no convence, que yo a ti no te quiero? La posibilidad de que alguien les vote en contra no parece que pueda ser de su agrado. Pero ese es su problema de siempre, ¿no?: no admitir que algo estarán haciendo mal cuando, como poco, 1 de cada 3 votantes no encuentran candidaturas a las que dar su apoyo. En realidad, por eso los votos en blanco y las abstenciones no tienen ningún peso en los resultados electorales, ¿no? No les gusta que nadie les diga que son malos remalos. ¡Allá ellos!

En el recuento, los votos en contra se restarían de los votos a favor… y ya está. Así de fácil.

Desde un punto de vista práctico, habría que cambiar las papeletas, claro. Pero eso incluso vendría bien, porque ¿para qué sirven las kilométricas papeletas actuales, una por candidatura, con los nombres y apellidos de todos los candidatos en forma de lista, si no nos dejan elegir a aquellos que queremos votar y tenemos que aceptarlos a todos sí o sí? En las nuevas papeletas, una única papeleta por circunscripción electoral, podríamos dejar fuera los nombres y apellidos de los candidatos y hacer constar solo las denominaciones de los partidos acompañadas de dos recuadros, uno para el voto a favor y otro para el voto en contra. Para votar, bastaría con poner un aspa en el recuadro de nuestros amores o de nuestros odios. Y listo. Y encima nos ahorraríamos dinero.

Sí al voto en contra. Todo son ventajas.