¿Por qué?

¿Por qué?

sábado, 16 de julio de 2016

Ayuda o trabajo

¿Por qué, si le pido a mi hermana que me ayude a lavar el coche y no le pago nada, no pasa nada y, si se lo pido a un mecánico, tengo que pagar? ¿Por qué, si le pido a mi hija que me corte el césped, no le tengo que pagar nada y, si se lo pido a un jardinero, sí? ¿Por qué, si le pido a mi vecino que me eche una mano con la mudanza, con invitarle al aperitivo vale y, si se lo pido a un transportista, tengo que pagar? ¿Por qué, si le pido a un amigo informático que me arregle el ordenador, no le tengo que dar nada y, si lo llevo a un servicio de asistencia técnica, sí? ¿Por qué unas acciones se consideran ayuda (y no se remuneran) y otras, trabajo (y sí se remuneran)?



Ya he mencionado aquí en una ocasión anterior (Regalos, que no donaciones) que los impuestos son necesarios y que, cuando cobras el salario, pagas impuestos y cotizaciones. Por eso —aunque no solo por eso, claro— es importante que la gente trabaje. Ahora bien, ¿todas las acciones que implican esfuerzo debemos considerarlas trabajo? ¿Todas deben recibir una contraprestación dineraria y, por ello, pagar impuestos?


No parece que sea ese el caso: la hermana que me ayuda a lavar el coche, la hija que me corta el césped, el vecino que me echa una mano con la mudanza, el amigo que me arregla el ordenador, que me lleva al aeropuerto, que me recoge al niño en el cole cuando va a recoger el suyo y me lo trae a casa, que… Hay innumerables situaciones en las que la acción que se lleva a cabo puede ser hecha también por un profesional: un mecánico lavacoches, una jardinera, un transportista, un técnico informático, un taxista, una niñera… ¿Por qué pagamos en unos casos y no en otros? ¿Dónde está el límite entre ayuda (gratuita) y trabajo (remunerado)? Supongo que me dirás, y es el argumento más lógico, que, cuando es un profesional quien hace la acción, debe ser remunerado por ello. Es su trabajo, se gana la vida con él y debe cobrar. Bien. Hasta ahí de acuerdo.

Pero, ¿qué pasa si la hija que me corta el césped es una jardinera profesional que se gana la vida, entre otras cosas, cortando el césped? ¿Y si el amigo que me lleva al aeropuerto es un taxista profesional? ¿Tienen que cobrarme obligatoriamente? ¿No pueden hacerme un favor?  Curioso asunto este. ¿Dónde están los límites?

No sé si el Fisco habrá pensado en esta cuestión, y la tendrá controlada. Con las ansias que existen siempre de recaudar más y más, puedo imaginarme a los sesudos técnicos del ente estrujándose el magín para tratar de buscar la forma de que las ayudas profesionales sean consideradas trabajo, haya que pagar por ellas y, por lo tanto, puedan recaudar impuestos. ¿Que no? ¡Todo llegará! Tiempo al tiempo.

viernes, 1 de julio de 2016

El voto ‘partío’

¿Por qué el voto tiene que ser siempre a una única candidatura? ¿Por qué no puedo repartir mi voto entre varias candidaturas en función de mis simpatías? ¿Por qué solo a una? ¿Por qué, si simpatizo con dos candidaturas por igual, no puedo dar la mitad de mi voto a cada una de ellas? ¿Por qué es tan rígido el sistema electoral? ¿Por qué a nadie le interesa cambiar las cosas? ¿Por qué los que podrían hacerlo no dejan de regirse por sus propios intereses partidarios y se arriman más a los intereses de ciudadanos y votantes? 


Un hombre, un voto. ¡Vale! Es la máxima expresión de la democracia, dicen. ¡Vale! Pero, ¿qué pasa cuando ese hombre no tiene claro qué hacer con ese voto? ¿Acaso es culpa suya que no encuentre ningún producto en el mercado político que le convenza? ¿Es su culpa no querer desperdiciar su voto así como así? Si el voto es la máxima expresión de la democracia, ¿no habría que procurar facilitarles la vida a los votantes para que puedan expresarse libremente, sin cortapisas? Porque una cortapisa es el hecho de que tenga que dar mi voto entero a una sola de las opciones. Aunque la candidatura que más me satisfaga no me satisfaga al cien por ciento, me obligan a darle el cien por ciento de mi voto; no puedo darle menos. Si dudo entre dos candidaturas parejas, me obligan a decidirme por una de ellas; no puedo darle la mitad de mi voto a cada una… Si tuviera la opción de partir el voto, encontraría una solución más fácilmente.

¿Por qué no va a poder partirse un voto? Un voto no es más que una unidad. Y, recordemos las matemáticas, las unidades son divisibles: por dos, por tres, por cuatro, por cinco… Por lo que queramos. Vale, tampoco vamos a pedir que el voto pueda repartirse entre diez candidaturas, pero, ¿por qué no en dos mitades? Una mitad para la candidatura A y otra mitad para la B, o una mitad para la candidatura A y otra mitad en blanco…

Con esta medida y otras similares (voto en contra, voto en blanco), no es descartable que más gente acudiera a votar, ya que podría matizar mejor sus preferencias: la abstención bajaría (ahora se abstienen 1 de cada 3 votantes) y la democracia se robustecería. Pero, sin necesidad de hacer un estudio exhaustivo de los sistemas electorales de todos los países del mundo mundial, me atrevo a afirmar que en ningún país se puede partir el voto. ¿Por qué será? Probablemente porque a los políticos no les gustan las discrepancias. No hay más que ver cómo se comportan en los parlamentos: todos votan lo que dice el jefe. Y que no se te ocurra votar o decir otra cosa… ¡Y así vamos!