¿Por qué?

¿Por qué?

lunes, 16 de octubre de 2017

El sexo en el pasaporte

¿Por qué uno de los datos que se incluyen en la mayoría de los documentos oficiales de identificación es el sexo del titular? ¿Por qué es necesario indicar el sexo en el DNI o el pasaporte? ¿Por qué es de utilidad?


Hace unas semanas, los medios de comunicación se hicieron eco de que en los pasaportes de Canadá ya existe la posibilidad de indicar ‘sexo indeterminado’ o ‘sexo X’. Bueno, los medios utilizan el anglicismo ‘género’, pero, en realidad, quieren decir ‘sexo’. Profundizando en la noticia, resulta que algo que parece tan adelantado o tan moderno o tan occidental o tan de defensa de los derechos de las minorías, hace tiempo que ya existe en algunos otros países ni tan adelantados ni tan modernos ni tan occidentales ni tan de defensa de las minorías. Bueno, dejémoslo ahí.

Lo que yo me planteo es ¿qué, carajo, hace el sexo en un documento de identidad? Porque, hasta ahora, que yo sepa, cuando alguien, normalmente una autoridad, quiere identificar a alguien, le pide la documentación, le mira la cara y comprueba si coincide con la fotografía del documento. Que yo sepa, hasta ahora, ninguna autoridad le ha pedido a nadie que se baje los pantalones o la falda o lo que sea que lleve de cintura para abajo para comprobar si lo que hay debajo se corresponde con lo que dice el documento.

Vale. Me dirás que, en realidad, el dato del sexo no se refiere al órgano sexual en sí, sino a la identidad sexual; que uno puede muy bien tener un órgano sexual ‘masculino’ (hombre) y sentirse de sexo ‘femenino’ (mujer), y que las personas de sexo ‘indeterminado’ no es que no tengan órganos sexuales, es que no se sienten ni hombres ni mujeres. Estoy de acuerdo. Pero, vuelvo a insistir: ¿qué, carajo, hace la identidad sexual en un documento de identidad?

Me parece a mí que ese dato está de más, que no aporta nada, que es de una inutilidad sublime. Me parece a mí que debería desaparecer de los documentos oficiales. ¡Eso sí sería una noticia grandiosa!

domingo, 1 de octubre de 2017

Las lenguas se mueren

¿Por qué nos rasgamos las vestiduras cuando desaparece una especie animal o vegetal y, sin embargo, ni nos damos por enterados cuando desaparece una lengua? ¿Por qué las lenguas en peligro de extinción no recaban nuestra estima del mismo modo que lo hace la posibilidad de extinción del lince ibérico o del tigre siberiano? ¿Por qué no nos preocupamos en la misma medida?


En la actualidad, existen más de 6.500 lenguas vivas en el mundo. Cada dos semanas desaparece una. Más de la mitad se están muriendo y desaparecerán a lo largo de este siglo. Los expertos estiman que, para que una lengua pueda mantenerse viva en el tiempo, debe tener, al menos, 100.000 hablantes, un listón demasiado alto para muchas de ellas. Y cuando una lengua desaparece, desaparece también una forma de ver el mundo: canciones, historias, leyendas, conocimientos, etcétera. Un daño comparable a la extinción de una especie… o mucho más si tenemos en cuenta que se calcula que en el planeta puede haber entre 5 y 10 millones de especies (aunque solo se han descrito por el momento menos de 2 millones).

Imagino que, como en otras muchas cosas, si el problema no nos afecta a nosotros, o bien nos da igual o bien nos da lo mismo. Pues bien, en nuestro país también hay lenguas que están en peligro o pueden estarlo en un futuro no muy lejano, según la clasificación que utiliza la Unesco para establecer la vitalidad de una lengua:
  
-        VulnerableLa mayoría de los niños la hablan, pero puede estar restringida a determinados ámbitos (por ejemplo, el hogar)..

-        En peligro: Los niños ya no la aprenden como lengua materna en casa.

-        En peligro grave: La hablan los abuelos y generaciones anteriores; aunque la generación de los padres puede entenderla, no la hablan entre ellos ni con los niños.

-        En peligro crítico: Los hablantes más jóvenes son los abuelos, y la hablan parcial y raramente.

-        Extinta: No queda ningún hablante.

Según los criterios de la Unesco, el aragonés, el asturleonés y el aranés están en peligro, y el vasco es vulnerable.

La Unesco puso en marcha su Atlas de las lenguas del mundo en peligro hace ya muchos años para que las instancias pertinentes (léase, administraciones estatales, regionales…) tuvieran la información necesaria para actuar. ¿Habrá alguien que busque soluciones? ¿O dejaremos que el español, primero, y el inglés, después, vayan extinguiendo al resto? Veremos.