¿Por
qué a muchos políticos les da por decir 'ciudadanos y ciudadanas', ‘españoles y
españolas’, 'trabajadores y trabajadoras'… en sus intervenciones públicas? ¿Por
qué alguno ha discurseado hablando de 'nosotros y nosotras'? ¿Por qué incluso a
algún otro se le ha oído decir 'muchos y muchas'? ¿Por qué muchos periodistas
hablan de 'subsaharianos' o de 'afroamericanos'
en vez de decir 'negros'? ¿Por qué se empeñan en utilizar palabras y
expresiones alejadas del lenguaje común? ¿Por qué no son capaces de darse
cuenta de que hacen el ridículo más que nada?
Esta
reflexión tiene dos vertientes. La primera está causada por esa pretensión que
tienen ciertos políticos supuestamente progresistas de querer evitar una
malentendida discriminación hacia las mujeres en sus discursos: si digo
‘españoles’, me echaran en cara que me olvido de las mujeres, así que voy a
decir ‘españoles y españolas’; si menciono a los ‘trabajadores’, me dirán que
qué pasa con las mujeres que trabajan, así que diré ‘trabajadores y
trabajadoras’...
La
segunda viene al hilo de la elección de la primera diputada negra al Parlamento
de España. Se trata de una mujer española nacida en Guinea Ecuatorial, que,
como probablemente muchos ya habrán olvidado o quizá no hayan llegado a saber
nunca, fue una provincia —más bien, colonia— española. Todos los medios de
comunicación resaltaron que se trataba de la primera diputada ‘negra’ de
España. Nada de ‘subsahariana’. ‘Negra’, con todas las letras y sin maquillajes.
¿Quiere eso decir que ya se han percatado de la estulticia que supone decir ‘subsahariano’
en vez de ‘negro’? No creo, Estos mismos medios de comunicación siguen hablando
de 'subsaharianos' cuando se trata de noticias relacionadas con pateras, naufragios,
inmigración ilegal, etcétera. Y también hablan de ‘afroamericanos’ cuando son
noticias que proceden de Estados Unidos, básicamente. Señores directores,
señores redactores jefe, ¿dónde queda la coherencia en su medio de comunicación?
En
cualquier caso, no deja de será una buena noticia que, aunque sea por una vez,
se hayan olvidado de lo que se define como políticamente correcto y hablen como
el resto de los mortales. Sería de esperar que el ejemplo cundiera en más
ocasiones e, incluso, en otros ámbitos de la sociedad. Pero, al parecer, lo que
se avecina es la tendencia contraria: un museo de Ámsterdam (Países Bajos), el
Rijksmuseum, va a modificar los títulos de unas 300 obras para que 23 palabras
que consideran despectivas desaparezcan. Entre ellas está negro, cafre, indio,
enano, esquimal, moro, mahometano…Mucho me temo que esta tendencia no tarde en
ser calcada en otros lugares del orbe. Veremos.
Volviendo
ahora a la primera vertiente de la reflexión inicial, la de la discriminación
hacia las mujeres, que se me ha quedado algo retrasada, me permito decir que
demuestra una estulticia rayana en lo absurdo. Básicamente, por dos cosas: una,
porque mencionar siempre la pareja de vocablos, en masculino y en femenino, hace
muy pesado el discurso y, por ende, muy pesado al discursero; dos, porque, por
mucha atención que ponga el discursero, es más que probable que se le escape
alguna pareja, con lo que, además de pesado, quedará como un inculto.
Un
ejemplo de Pedro Sánchez:
Lo de
‘compañeros y compañeras’ lo tiene clarísimo: lo repite cuatro veces. También
lo de amigos y ‘amigas’. Sin embargo, patina en lo de ‘españoles y españolas’: en
un caso, indica los dos artículos; en otro, solo el masculino. Sigue patinando
en lo de ‘todos y todas’: a veces pone los dos; otras veces se olvida del
femenino. Vuelve a patinar en ‘nosotros’, ya que se olvida completamente de
‘nosotras’. Y se pega el batacazo con la expresión ‘de todos y de todas los
españoles y las españolas’: sí, indica los dos géneros gramaticales… pero ¡la
estructura es una aberración!
En
definitiva, un discurso pesado, del que tienes ganas de huir tras escuchar o
leer un par de párrafos. ¿Cómo es que no son capaces de verlo estos personajes
públicos? ¿Acaso se expresan así también en su vida privada: mis hijos y mis
hijas, mi mujer y yo nos vamos de fin de semana a casa de los abuelos y las
abuelas? ¡Apostaría un cuérrago a que no!
Con
ánimo de ayudarles a solucionar este conflicto permanente en el que se
desarrolla su existencia, me permito sugerirles lo siguiente: ¡utilicen la
vocal i para indicar que una palabra es neutra, que no tiene marca ni de
masculino ni de femenino! Digan, pues: “Gracias de corazón, compañeris. Gracias a todis. Lis españolis están muy pendientis
de nosotris, queridis amiguis…”.
¡Quién
sabe! ¡Igual la RAE termina por dar su aquiescencia a esta fórmula!
Quina canya!
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