¿Por qué?

¿Por qué?

viernes, 1 de abril de 2016

Políticamente correcto, lingüísticamente estulto

¿Por qué a muchos políticos les da por decir 'ciudadanos y ciudadanas', ‘españoles y españolas’, 'trabajadores y trabajadoras'… en sus intervenciones públicas? ¿Por qué alguno ha discurseado hablando de 'nosotros y nosotras'? ¿Por qué incluso a algún otro se le ha oído decir 'muchos y muchas'? ¿Por qué muchos periodistas hablan de 'subsaharianos'  o de 'afroamericanos' en vez de decir 'negros'? ¿Por qué se empeñan en utilizar palabras y expresiones alejadas del lenguaje común? ¿Por qué no son capaces de darse cuenta de que hacen el ridículo más que nada?


Esta reflexión tiene dos vertientes. La primera está causada por esa pretensión que tienen ciertos políticos supuestamente progresistas de querer evitar una malentendida discriminación hacia las mujeres en sus discursos: si digo ‘españoles’, me echaran en cara que me olvido de las mujeres, así que voy a decir ‘españoles y españolas’; si menciono a los ‘trabajadores’, me dirán que qué pasa con las mujeres que trabajan, así que diré ‘trabajadores y trabajadoras’...

La segunda viene al hilo de la elección de la primera diputada negra al Parlamento de España. Se trata de una mujer española nacida en Guinea Ecuatorial, que, como probablemente muchos ya habrán olvidado o quizá no hayan llegado a saber nunca, fue una provincia —más bien, colonia— española. Todos los medios de comunicación resaltaron que se trataba de la primera diputada ‘negra’ de España. Nada de ‘subsahariana’. ‘Negra’, con todas las letras y sin maquillajes. ¿Quiere eso decir que ya se han percatado de la estulticia que supone decir ‘subsahariano’ en vez de ‘negro’? No creo, Estos mismos medios de comunicación siguen hablando de 'subsaharianos' cuando se trata de noticias relacionadas con pateras, naufragios, inmigración ilegal, etcétera. Y también hablan de ‘afroamericanos’ cuando son noticias que proceden de Estados Unidos, básicamente. Señores directores, señores redactores jefe, ¿dónde queda la coherencia en su medio de comunicación?

En cualquier caso, no deja de será una buena noticia que, aunque sea por una vez, se hayan olvidado de lo que se define como políticamente correcto y hablen como el resto de los mortales. Sería de esperar que el ejemplo cundiera en más ocasiones e, incluso, en otros ámbitos de la sociedad. Pero, al parecer, lo que se avecina es la tendencia contraria: un museo de Ámsterdam (Países Bajos), el Rijksmuseum, va a modificar los títulos de unas 300 obras para que 23 palabras que consideran despectivas desaparezcan. Entre ellas está negro, cafre, indio, enano, esquimal, moro, mahometano…Mucho me temo que esta tendencia no tarde en ser calcada en otros lugares del orbe. Veremos.

Volviendo ahora a la primera vertiente de la reflexión inicial, la de la discriminación hacia las mujeres, que se me ha quedado algo retrasada, me permito decir que demuestra una estulticia rayana en lo absurdo. Básicamente, por dos cosas: una, porque mencionar siempre la pareja de vocablos, en masculino y en femenino, hace muy pesado el discurso y, por ende, muy pesado al discursero; dos, porque, por mucha atención que ponga el discursero, es más que probable que se le escape alguna pareja, con lo que, además de pesado, quedará como un inculto.

Un ejemplo de Pedro Sánchez:


Lo de ‘compañeros y compañeras’ lo tiene clarísimo: lo repite cuatro veces. También lo de amigos y ‘amigas’. Sin embargo, patina en lo de ‘españoles y españolas’: en un caso, indica los dos artículos; en otro, solo el masculino. Sigue patinando en lo de ‘todos y todas’: a veces pone los dos; otras veces se olvida del femenino. Vuelve a patinar en ‘nosotros’, ya que se olvida completamente de ‘nosotras’. Y se pega el batacazo con la expresión ‘de todos y de todas los españoles y las españolas’: sí, indica los dos géneros gramaticales… pero ¡la estructura es una aberración!

En definitiva, un discurso pesado, del que tienes ganas de huir tras escuchar o leer un par de párrafos. ¿Cómo es que no son capaces de verlo estos personajes públicos? ¿Acaso se expresan así también en su vida privada: mis hijos y mis hijas, mi mujer y yo nos vamos de fin de semana a casa de los abuelos y las abuelas? ¡Apostaría un cuérrago a que no!

Con ánimo de ayudarles a solucionar este conflicto permanente en el que se desarrolla su existencia, me permito sugerirles lo siguiente: ¡utilicen la vocal i para indicar que una palabra es neutra, que no tiene marca ni de masculino ni de femenino! Digan, pues: “Gracias de corazón, compañeris. Gracias a todis. Lis españolis están muy pendientis de nosotris, queridis amiguis…”.

¡Quién sabe! ¡Igual la RAE termina por dar su aquiescencia a esta fórmula!

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