Ser
ciudadano de un país, tener su nacionalidad, implica que uno se identifica con
ese país, que participa en la vida comunitaria del país, que comparte su existencia
con sus conciudadanos. Incluye, por supuesto, alegrarse por los logros de la
selección nacional de fútbol, por poner un ejemplo, o del héroe deportivo de
turno, pero no es solo eso. Consiste en sentirse parte de una colectividad, en
compartir una misma visión del país, y del mundo, si me apuras. No tiene que
ver con los políticos que estén gobernando en un momento determinado, es algo
más universal, que trasciende a la política, y, a la vez, intemporal. Es
sentirse a gusto con el país, con todo lo que le rodea a uno y, por supuesto,
ser fiel a ello.
Parafraseando
a Clarín, a mí me nacieron en España y, simplemente por eso, el sistema me
considera ciudadano español: me inscribieron en un registro de españoles, me dieron
un documento de identidad español, un pasaporte español… y el Estado español se
arrogó el mandato de 'velar' por mí. No hay nada que hacer. Las cosas son así y
así las hemos aceptado todos.
Ahora
bien, pasa el tiempo, las personas cambian, las sociedades y los países también
y puede ocurrirle a uno que vea la vida de otra manera, que se dé cuenta de que
ya no encaja tanto en esa comunidad, que lo que antes le hacía sentirse parte
de ella se ha esfumado, que le cuesta encontrar puntos de unión con sus
conciudadanos en esa visión del mundo y de la existencia. En definitiva, que
esa patria que le correspondió accidentalmente por nacimiento no es ya de su
agrado… y quiere renunciar a ella.
El
sistema no lo permite.
Así
es. No hay manera de dejar de ser español (o portugués o francés o italiano…),
no es posible renunciar a la nacionalidad. Uno puede romper su pasaporte
español, quemar su documento de identidad español, manifestar su intención de dejar
de ser español ante notario o ante el rey de turno, elevar una súplica al
sursuncorda… Nada vale, nada va a conseguir. El sistema no permite renunciar a
tu nacionalidad… si no tienes otra. Si uno tiene doble nacionalidad española /
chilena, por ejemplo, y quiere renunciar a la española, no hay problema. Si uno
tiene solo nacionalidad española (o portuguesa, o francés o italiana…) y quiere
renunciar a ella, no puede.
El
sistema no permite no tener ninguna nacionalidad.
Pero
eso no quiere decir que no existan personas sin nacionalidad. En el mundo hay unos
10 millones de personas (datos de Acnur) que carecen de nacionalidad, porque no
son reconocidas por ningún Estado como ciudadanos. Son personas que, en la
mayor parte de los casos, han sido desposeídas de su nacionalidad, son
apátridas obligadas. Y los Estados, en el marco de las Naciones Unidas, han
firmado conciertos y convenios para protegerlas, para salvaguardar sus derechos
y, también, se han puesto de acuerdo para que exista el menor número posible de
apátridas en el mundo, otorgándoles incluso facilidades para conseguir otra nacionalidad.
Es
una iniciativa loable, desde luego, porque va encaminada a resolver situaciones
sobrevenidas, por lo general, a causa de conflictos entre Estados, que terminan
afectando a grupos de personas, minorías normalmente, a las que privan de la
nacionalidad.
Ahora
bien, cosa diferente parece querer ser apátrida por libre elección, sin
conflicto mediante. No debería haber impedimentos para dejar de ser español (o
portugués o francés o italiano…) por voluntad propia. Claro que quizá el
problema esté precisamente en eso, en que se trate de una decisión
voluntariamente adoptada, porque no creo que a ningún Estado le guste oír que
no hace las cosas bien, que no sirve, que no tiene sentido su existencia… que,
en el fondo, es lo que significa querer renunciar a la nacionalidad.
Y
eso, eso es intolerable, ¿verdad?