¿Por qué?

¿Por qué?

jueves, 16 de junio de 2016

Regalos, que no donaciones

¿Por qué, si le regalo a mi hijo 10 euros, mi hijo no tiene que pagar impuestos pero, si le regalo 10.000, sí? ¿Por qué, si le regalo a mi hija una casa de muñecas, no tiene que pagar impuestos pero, si le regalo una casa sin más, sí? ¿Por qué, si le regalo a mi mujer un ramo de flores, no tiene que pagar impuestos pero, si le regalo una parcela llenita de flores y plantas y árboles, sí? ¿Por qué tenemos que pagar impuestos por unos regalos y no por otros?



Vale. De acuerdo. Los impuestos son necesarios. Es la forma que han encontrado los estados de tener ingresos y poder mejorar la vida de sus ciudadanos. Sin ellos no tendríamos la sanidad que tenemos, la educación que tenemos, las pensiones que tenemos… Probablemente tampoco las carreteras, los transportes, los hospitales, las universidades… serían lo que son. Sin impuestos probablemente las desigualdades sociales serían más exageradas; la pobreza, mayor; los conflictos, más abundantes; la vida, más desigual… Por eso existen los impuestos.

Si te toca la lotería, pagas impuestos; cuando cobras el salario, pagas impuestos; cuando compras cualquier producto o servicio, pagas impuestos; al llenar el depósito de gasolina, pagas impuestos; al comprar una casa, pagas impuestos; al heredar una casa, pagas impuestos; si escrituras tu casa, ya sea comprada o heredada, pagas impuestos… Y también pagas impuestos si la casa te la regalan, o si te regalan un coche, o 10.000 euros, o…

Lo llaman impuesto de donaciones y se aplica a todas las donaciones, con lo cual se aplica también a los regalos. Pero, ¿a todos los regalos? Si es así, yo creo que todas las familias están defraudando a la Hacienda pública. ¿Por qué? Porque, ¿qué padre, abuelo o padrino no da una propina a su hijo, nieto o ahijado? Y ¿acaso el hijo, nieto o ahijado declara esa donación y paga los impuestos? Me parece que no. Me dirás que por una propinilla de nada, no nos vamos a poner a hacer declaraciones fiscales y demás. Y yo te daré la razón.

Pero, ¿dónde está, entonces, el límite? Porque, si el hijo todavía es chico, quizá no reciba de su padre más que un par de euros para unas chuches el fin de semana; total, unos 100 euros al año, 150 siendo generosos en el cumpleaños y algunas fiestas señaladas. Pero, si el hijo ya es adolescente y está en edad de merecer y, es un suponer, gastar una propina de 40 euros semanales, en cinco años habrá recibido ¡más de 10.000 euros!… y sin pagar ningún impuesto. Mientras que si recibiera esa misma cantidad de una tacada, el Fisco lo consideraría una donación y debería pagar el impuesto de donaciones.

Imagino que el Fisco está al tanto de la situación y la consiente o, dicho de otra manera, no le preocupa en demasía. Y debería, porque ¿qué ocurriría si esa misma 'situación' se traslada al caso de la casa? Es decir,  si a mi hija puedo regalarle un espejo para el baño o un lavavajillas, ¿por qué no voy a poder regalarle un metro cuadrado de pared o de suelo cada semana? Así, al cabo de unos años le habría regalado la casa entera… sin que ella tuviera que pagar impuestos. ¿Y por qué no voy a poder regalarle a mi mujer un metro cuadrado de parcela cada semana?

Me gustaría saber dónde está el límite entre regalo (sin impuestos) y donación (con impuestos), si existe una lista de qué es qué o alguna directriz del Fisco al respecto que aclare el asunto. Me gustaría saber cómo se ha resuelto esta cuestión. Si lo sabes, gracias por contármelo.

miércoles, 1 de junio de 2016

Solidaridad selectiva

¿Por qué guardamos un minuto de silencio en solidaridad con las víctimas de una catástrofe? ¿Por qué salimos a la puerta del centro de trabajo para solidarizarnos con las víctimas de un atentado terrorista? ¿Por qué hacemos eso solo con determinadas víctimas y no con todas? ¿Por qué actuamos así? ¿Por qué no nos damos cuenta de nuestras contradicciones?


De hecho, ¿qué queremos transmitir con estos gestos de, supuesta, solidaridad? Si la solidaridad consiste en pasar en silencio un minuto, bien podríamos solidarizarnos con todo tipo de víctimas: de catástrofes, de atentados, de despidos, de malos tratos, de abusos, de insultos, de robos, de atropellos, de palizas; víctimas de la pobreza, del hambre, de las guerras, de las enfermedades endémicas, del cáncer, de los accidentes de tráfico… Víctimas, las hay a montones; todo depende de la perspectiva con que se mire. Y un minuto no es demasiado. Así que bien podríamos potenciar más este tipo de actos: de pie, en silencio, delante de la puerta, con semblante compungido, un minuto… y vuelta para dentro. En total habremos estado unos… ¿10 minutos? pensando en las víctimas de lo que sea. Suficiente. Y a otra cosa.

Pero, ¿es eso solidaridad? Y si lo es, ¿para qué sirve esta solidaridad? Yo no tengo nada claro que sirva para algo… al menos a las víctimas. Las que estén muertas muertas seguirán; las heridas seguirán luchando por sanar y seguir viviendo; los familiares, igual de desesperados y desorientados que antes; quien haya perdido la casa seguirá al raso; los responsables de lo sucedido… ¡Ah! ¿Dónde andarán los responsables?

¿De verdad pensamos que ese minuto de silencio sirve para algo? Consuelo moral, dirá alguien. Sí, claro. Imagínate que has perdido una pierna y viene alguien  a proporcionarte consuelo moral. Lo que tú necesitas es una prótesis, quizá una silla de ruedas, probablemente adaptar la vivienda donde vives, seguramente cambiar de trabajo, buscar un medio de moverte por tu ciudad… ¡Y lo que te ofrecen es consuelo moral! O imagina que has perdido a tu hijo, o la casa donde vives, o… El consuelo moral vendrá muy bien cuando las necesidades básicas estén cubiertas. Mientras tanto, mejor proporcionar otra solidaridad más material, ¿no crees?

No hace tanto, hubo unas explosiones en Bruselas que produjeron varias víctimas: atentado terrorista. En mi empresa se promovió un minuto de silencio al mediodía. La gente salió a la puerta, un minuto y para dentro. Unos días después hubo otro atentado terrorista en Pakistán. ¿O era Afganistán? ¡Esos países tan lejanos! ¡Uno tiende a confundirlos! El caso es que hubo el doble de muertos que en Bruselas. ¿Promovió mi empresa un minuto de silencio? ¿A que ya te imaginas la respuesta?

No seamos hipócritas. Si nos 'solidarizamos' con Bruselas y no con Pakistán o Afganistán o lo-que-sea-tán, no es porque nos preocupen las víctimas, es porque vemos amenazada nuestra forma de vivir, nuestra civilización occidental, nuestro mundo perfecto. En el fondo, lo que queremos es librarnos, que no nos pase a nosotros lo de Bruselas o lo de París, por citar experiencias traumáticas cercanas. A las víctimas las olvidamos pronto; el miedo, el terror, la inseguridad, la impotencia tardan más tiempo en irse.