¿Por qué?

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lunes, 1 de febrero de 2016

Voto en blanco realmente útil

¿Por qué no tienen representación en los parlamentos los ciudadanos que votan en blanco? ¿Por qué quien vota en blanco tiene la sensación de que hubiera dado igual abstenerse? ¿Por qué los votos en blanco son votos inútiles, que no sirven para, casi, nada? ¿Por qué no se resuelve este déficit democrático?


La normativa electoral considera que para que una candidatura pueda obtener representación en las elecciones a las Cortes Generales debe obtener, al menos, el 3 % de los votos válidos (el 5 % si se trata de elecciones municipales). Y la normativa electoral considera que son votos válidos los votos a candidaturas y, también, los votos en blanco (los votos nulos no son válidos). Esta es toda la utilidad que tienen los votos en blanco en la normativa actual: una utilidad residual, por no decir nula. Podemos decir que viene a ser casi lo mismo votar en blanco que no votar.

Sin embargo, los ciudadanos que votan en blanco han hecho el esfuerzo de acercarse a su colegio electoral y, probablemente, han reflexionado previamente sobre qué actitud adoptar: votar a esta candidatura, votar a la otra, no votar… Si al final han decidido votar en blanco, ¿no merecen, acaso, que su voto sea tan útil como los votos de aquellos que han votado a candidaturas? ¿No merecen que sea tenido en cuenta de la misma manera? De lo contrario, y es lo que ocurre en la actualidad, ¿no estamos ante un caso flagrante de déficit democrático: unos votos valen y otros, no?

Si los votos a candidaturas sirven para otorgar los escaños que corresponden a cada candidatura, los votos en blanco también deberían servir para eso. Deberían ir a una ‘candidatura en blanco' y, si llega el caso, tener incluso representación parlamentaria, igual que las demás candidaturas. Es la única manera de que los ciudadanos que votan en blanco estén también representados en los parlamentos.

Si analizamos los resultados de las últimas elecciones al Congreso del 20 de diciembre de 2015, donde los votos en blanco supusieron entre un 0,5 % y un 1,5 % de los votos, la ‘candidatura en blanco’ no habría obtenido ningún diputado en ninguna circunscripción electoral.

Sin embargo, de ponerse en práctica esta medida, no parece descabellado pensar que quizá una parte de los ciudadanos que ahora no votan (alrededor del 27 %) puede que lo hicieran en blanco. Y tampoco parece descabellado pensar que esa ‘candidatura en blanco’ quizá pudiera lograr algún diputado. De hecho, solo con que hubiera votado en blanco una de cada cinco personas que se abstuvieron, la ‘candidatura en blanco’ habría obtenido ¡9 representantes!: uno en Baleares, Las Palmas, Málaga, Sevilla y Valencia, y dos en Barcelona y Madrid.

Nueve diputados en blanco. O mejor dicho, nueve escaños en blanco, que no serían ocupados por nadie, pero que tendrían el mismo peso que los escaños ocupados. En la votación para elegir al Presidente del Congreso, nueve votos en blanco; en la votación de los Presupuesto, nueve votos en blanco; en todas las votaciones parlamentarias, nueve votos en blanco. Ni a favor ni en contra, siempre en blanco.

Es la manera de que las personas que votan en blanco se puedan considerar representadas por los parlamentos, al igual que las que votan a las candidaturas votantes. Solo así los parlamentos serán los verdaderos representantes del pueblo.

Y, además, puestos a buscarle más cosas positivas a esta medida, nos ahorraríamos un dinerillo, que nunca viene mal: el sueldo de nueve diputados, con los gastos, dietas y demás prebendas que lleva aparejados el escaño. En definitiva, todo son beneficios, ¿no crees?

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