¿Por qué nos
preocupamos tanto por tantas cosas? ¿Por qué nos lo tomamos todo tan a pecho? ¿Por
qué no somos capaces de discernir lo importante de lo superfluo? ¿Por qué
gastamos tantas energías en nimiedades? ¿Por qué no las reservamos para lo que
realmente importa? ¿Por qué no hacemos por vivir mejor?
El salía de casa y ella le
dijo: “Tú, ¡ten cuidado! Todo lo demás no importa”.
El salía de casa para ir al
trabajo, como cada día, con la bicicleta. Y, como cada día, ella le dijo “¡Ten
cuidado!”. Se lo dice siempre. Incluso va hasta la puerta para despedirlo. Ya se
lo decía cuando, de joven, y de no tan joven, los domingos por la mañana salía
con la peña ciclista por las carreteras. Nunca le ha gustado que se mueva en
bici: ni antes, por las carreteras, ni ahora, por las calles de la ciudad.
Ella no va a trabajar, no
trabaja desde hace tiempo, es pensionista, por su discapacidad, fruto de una
enfermedad neurológica incurable y progresiva. De hecho, están terminando de
arreglar una vivienda para adecuarla a las necesidades de ella cuando, cuando
pase algún tiempo, ya no pueda moverse como ahora y tenga que utilizar la silla
de ruedas también en casa. La finalización de la obra les da algunos dolores de
cabeza: fallos que ya no hay forma de arreglar, errores de bulto que influyen
en el presupuesto…; incompetencia, en suma. Además, no acaba de avanzar como
debería el asunto de la accesibilidad a la vivienda: los presupuesto que han
pedido tardan en llegar, la comunidad de propietarios no está por la labor de
facilitarles la tarea… Y, para más inri, la perrita lleva una temporada larga
no demasiado bien: con problemas neurológicos o, quizás, cardiacos, no se sabe
bien.
En definitiva, que habían
estado hablando de todo ello nada más despertarse y él se había angustiado por
tener tantos frentes abiertos y no ser capaz de irlos cerrando.
Él salía de casa y ella le
dijo: “Tú, ¡ten cuidado! Todo lo demás no importa”.
Y le entró una paz, una tranquilidad:
se le disiparon todas las preocupaciones, se le diluyeron todos los malos
rollos, toda la angustia. Si ella, que tiene lo que tiene, es capaz de
preocuparse tanto por él como para decir que “Todo lo demás no importa”,
realmente es que no debe de importar tanto, ¿no te parece?
Pararse un segundo y mirar
las cosas desde otra perspectiva es mano de santo.
Us estimo molt
ResponderEliminar