¿Por qué?

¿Por qué?

domingo, 16 de julio de 2017

El poder de la religión

¿Por qué, en ocasiones, actuamos de forma contraria a nuestras convicciones? ¿Por qué nos dejamos llevar por antiguas creencias religiosas que hemos desechado hace tiempo? ¿Por qué nos cuesta tanto olvidar expresiones o comportamientos religiosos adquiridos tiempo atrás? ¿Por qué pesa tanto la religión en nuestra sociedad?


No hace mucho falleció una amiga muy antigua de mi consorte y, durante unos días, nos vimos envueltos en la vorágine que conlleva el fallecimiento de una persona cercana: tanatorio, entierro (cremación, en este caso), funeral… En definitiva, acompañamiento a los familiares y encuentro con otros amigos para procurar que los familiares se sientan arropados en esos momentos. Nada del otro mundo, nada por lo que no haya pasado yo ya antes, nada por lo que no haya pasado cualquier otra persona en las mismas circunstancias. Y sin embargo…

La parte religiosa de la vorágine fue lo que me dejó un poco trastocado, descolocado. La amiga fallecida era católica practicante; su familia, igual. De ahí que se celebraran dos actos religiosos en dos momentos concretos: uno, en la capilla del cementerio, antes de la cremación; otro, una misa de funeral, un par de semanas después, en una iglesia de su localidad. Una vez más, nada del otro mundo, nada que no se haga habitualmente en las mismas circunstancias. Y sin embargo…

Mi consorte y yo hace mucho que ya no somos católicos practicantes. Digamos que somos más bien descreídos en temas religiosos. Por lo tanto, mi lógica interna me dictaba que nuestra presencia en los actos religiosos sobraba. No por nada, simplemente por coherencia con uno mismo. Pero estuvimos allí… Y el argumento de mi consorte para estar allí fue que nuestra amiga sí creía. Y si, según lo que nuestra amiga creía, existía la mínima posibilidad de que su espíritu o su alma o lo que fuera estuviera siguiendo los acontecimientos, mi consorte quería que nos viera allí acompañando a su familia en el trance. De locos, ¿verdad? Y allí estuvimos.

Y lo curioso del caso fue que no fuimos los únicos amigos en actuar de tal manera. ¡Qué fuerza tiene la religión, verdad?

sábado, 1 de julio de 2017

El idioma por bandera

¿Por qué nos empeñamos en identificar un idioma con una bandera? ¿Por qué pensamos que el español es de España; el francés, de Francia; el inglés, de Inglaterra, y así sucesivamente? ¿Por qué ni siquiera nos planteamos otra cosa? ¿Por qué estamos tan cegados? 


Cuando vi esta foto por primera vez, no supe cómo interpretarla. Estaba tan acostumbrado a ver siempre una bandera inglesa (bueno, del Reino Unido) para simbolizar el idioma inglés, que me quedé descolocado. Al final, la explicación que me busqué yo mismo para mí mismo fue que a esta universidad acuden probablemente alumnos de Estados Unidos y poner una bandera estadounidense, en vez de la bandera reinounidense habitual, era una forma de cortesía hacia ellos. Pero luego me di cuenta de que mi interpretación cojeaba un poco, porque eso quería decir que la universidad no tiene más alumnos extranjeros que los estadounidenses... cosa un poco rara, ¿verdad? En fin.

Ahora bien, pensando pensando, resulta que el inglés lo hablan unos 500 millones de personas, que Reino Unido tiene menos de 55 millones de habitantes y que Estados Unidos tiene más de 300 millones. Entonces, atendiendo a la capacidad habladora numérica, quizá fuera más adecuado identificar el idioma inglés con la bandera estadounidense, ¿no?... si es que es necesario identificar un idioma con una bandera. ¿Qué opinas tú?

A mí me da que identificar idioma con bandera no es una identificación pertinente. Primero, porque complica la comprensión, que fue lo que me pasó a mí al ver lo de la foto: una palabra (inglés, o ‘english’; español) es mucho más esclarecedora que una bandera. Segundo, porque se puede interpretar como la perpetuación de la etapa colonial de antaño o, al menos, como un recordatorio involuntario de aquello: vale que el idioma se llama español... y eso nadie lo va a cambiar, pero la bandera solo identifica a España, que tiene menos de 50 millones de habitantes, cuando los hablantes de español son más de 560 millones. ¿Qué pensará un salvadoreño o un argentino al ver su idioma ―sí, también es suyo― asimilado a la bandera de España?

Seamos claros, por favor: una bandera es una bandera… y nada más.