¿Por qué?

¿Por qué?

miércoles, 16 de agosto de 2017

Datos personales: ya murió la privacidad

¿Por qué damos tanta información sobre nuestra vida tan alegremente? ¿Por qué dejamos nuestra intimidad al descubierto? ¿Por qué nos da igual que sepan cosas de nosotros personas que ni siquiera conocemos? ¿Por qué nos olvidamos de pensar en las consecuencias que eso tiene? ¿Por qué somos tan inocentes?


El teléfono móvil dice dónde estás; el coche dice por dónde vas; el ordenador dice qué has comprado; la tableta dice qué periódicos lees o qué entretenimientos te interesan… Todo esto ya es una realidad, ya está pasando. Pero viene más: el frigorífico sabrá, y dirá al supermercado, qué alimentos y bebidas te faltan; el robot aspirador hará un plano detallado de tu casa y se lo mandará al fabricante; tus zapatillas de deporte dirán cuántos kilómetros has recorrido y a qué velocidad; tu inodoro analizará tu orina y enviará los resultados al médico o te sugerirá directamente cómo mejorar tu dieta… Todo esto ya está en camino y no tardará en llegar. Es lo que llaman el Internet de las cosas: las cosas, todas las cosas, estarán equipadas para conectarse a Internet y comunicarse entre sí, con nosotros mismos… o con cualquiera.

Con esta perspectiva de futuro, creo que ya podemos ir olvidándonos del derecho a la intimidad. Tantos años peleando por mantener en la esfera privada los datos personales de cada uno y ahora todo eso se va a ir al garete. Por supuesto, las cosas se van a hacer con todas las de la ley, faltaría más: siempre con el acuerdo o, al menos, el conocimiento de cada uno de nosotros. Cuando compres el robot aspirador, la letra pequeña dirá eso, que no lee nadie, de que los datos personales se incorporan a un fichero de no-sé-qué y podrán ser utilizados para no-sé-cuántos y que tú das tu consentimiento. Cuando compres el frigorífico o el inodoro, más de lo mismo… Y si por una casualidad se te ocurre leer esa letra pequeña y, aun más, negarte a dar tu consentimiento, entonces te quedarás sin robot aspirador o sin frigorífico o sin inodoro. O eso o encontrarte al final con un ejército de ‘espías’ pero que muy dotado en tu hogar.

Antes, la pelea era por que los datos no salieran de la esfera privada; ahora, la pelea está siendo por que las personas también puedan aprovecharse de los beneficios que los datos personales les producen a las empresas. Qué cambio, ¿verdad?

martes, 1 de agosto de 2017

Inteligencia artificial y responsabilidad

¿Por qué no nos preocupa el auge que está teniendo la producción de máquinas inteligentes? ¿Por qué pensamos que la proliferación de robots solo puede traernos beneficios, incrementar nuestro bienestar y mejorar nuestro modo de vida? ¿Por qué no vemos las señales que van llegando? ¿Por qué no se habla más de la irresponsabilidad de la inteligencia artificial?



Hace ya un porrón de años que una máquina fue capaz de derrotar al campeón del mundo de ajedrez en una partida. Ahora, ha ocurrido lo mismo con el mejor jugador de go del mundo. Ajedrez y go son dos de los juegos de estrategia más complejos que existen, por eso las grandes empresas informáticas no han dudado en invertir muchísimo dinero para conseguir máquinas ‘inteligentes’ capaces de vencer a los seres humanos más inteligentes. ‘Si alguna vez logramos crear una máquina que gane al campeón del mundo de ajedrez o al mejor jugador de go del mundo, qué no seremos capaces de hacer’, debieron de pensar los gerifaltes de esas empresas. Y así ha sido. La inteligencia artificial no se ha quedado relegada a los juegos de mesa, sino que ya empieza a formar parte de nuestras vidas… o así será dentro de poco. ¡¡¡Y nadie se ocupa de establecer los límites!!!

Se habla de máquina inteligente, o inteligencia artificial, cuando una máquina es capaz de tomar decisiones por su cuenta, sin necesidad de intervención humana. Digámoslo así: los humanos la diseñaron, la fabricaron, la programaron… y la soltaron al mundo. En realidad, salvando las distancias, es algo similar a lo que hacen los humanos cuando tienen un hijo: planifican el embarazo, crían al retoño, lo educan… y lo sueltan al mundo. En este sentido, visto desde la perspectiva de la inteligencia, máquina y retoño serían lo mismo: dos entes inteligentes, autónomos y con capacidad para tomar decisiones. Ahora bien, ¿qué ocurre con la responsabilidad? La del retoño parece clara: cuando cumple la edad legal, el responsable de sus actos es él; hasta que cumple la edad legal, la responsabilidad recae en los padres. ¿Y con la máquina qué pasa? Ése es uno de los intríngulis de la inteligencia artificial: ¿quién es responsable de los actos de una máquina capaz de tomar decisiones por su cuenta? Veámoslo con un ejemplo: los coches inteligentes.

¿Que no has oído hablar de los coches inteligentes? Sí, hombre, son coches que, a no tardar mucho, circularán por las carreteras sin que nadie los conduzca y permitirán a sus ocupantes dormir durante el trayecto o echar una partida de ajedrez, por ejemplo, sin preocuparse de atender a las circunstancias del tráfico. Hace tiempo que se viene hablando de ellos. Ya existen algunos prototipos que se están probando en condiciones de circulación reales. E incluso ya ha habido algunos accidentes de tráfico con estos coches involucrados. Y ahí llega el lío: si un coche inteligente ha tomado una decisión que ha causado el accidente, ¿quién es el responsable de los daños: el (no-)conductor, el propietario, el fabricante? Cuando el culpable del accidente es un humano, la responsabilidad es también suya, esto está claro. ¿Qué pasa con una máquina inteligente? Eso no está nada claro, pero nada de nada.

Por cierto, hay algunas voces que empiezan a hablar también de la moralidad de la inteligencia artificial. Siguiendo con el ejemplo del coche, ¿debería estar programado para salvaguardar a toda costa la integridad física de su único ocupante, aunque eso signifique atropellar, por ejemplo, a 5 personas que están cruzando indebidamente la carretera o debería estar programado con criterios morales que le hagan optar por el mal menor? That is the question! Responsabilidad y moralidad… no parecen cuadrar mucho con artificial, ¿no? Veremos.