¿Por
qué damos tanta información sobre nuestra vida tan alegremente? ¿Por qué dejamos
nuestra intimidad al descubierto? ¿Por qué nos da igual que sepan cosas de nosotros
personas que ni siquiera conocemos? ¿Por qué nos olvidamos de pensar en las
consecuencias que eso tiene? ¿Por qué somos tan inocentes?
El
teléfono móvil dice dónde estás; el coche dice por dónde vas; el ordenador dice
qué has comprado; la tableta dice qué periódicos lees o qué entretenimientos te
interesan… Todo esto ya es una realidad, ya está pasando. Pero viene más: el
frigorífico sabrá, y dirá al supermercado, qué alimentos y bebidas te faltan;
el robot aspirador hará un plano detallado de tu casa y se lo mandará al
fabricante; tus zapatillas de deporte dirán cuántos kilómetros has recorrido y a
qué velocidad; tu inodoro analizará tu orina y enviará los resultados al médico
o te sugerirá directamente cómo mejorar tu dieta… Todo esto ya está en camino y
no tardará en llegar. Es lo que llaman el Internet de las cosas: las cosas,
todas las cosas, estarán equipadas para conectarse a Internet y comunicarse entre
sí, con nosotros mismos… o con cualquiera.
Con esta perspectiva
de futuro, creo que ya podemos ir olvidándonos del derecho a la intimidad. Tantos
años peleando por mantener en la esfera privada los datos personales de cada
uno y ahora todo eso se va a ir al garete. Por supuesto, las cosas se van a hacer
con todas las de la ley, faltaría más: siempre con el acuerdo o, al menos, el conocimiento
de cada uno de nosotros. Cuando compres el robot aspirador, la letra pequeña
dirá eso, que no lee nadie, de que los datos personales se incorporan a un
fichero de no-sé-qué y podrán ser utilizados para no-sé-cuántos y que tú das tu
consentimiento. Cuando compres el frigorífico o el inodoro, más de lo mismo… Y
si por una casualidad se te ocurre leer esa letra pequeña y, aun más, negarte a
dar tu consentimiento, entonces te quedarás sin robot aspirador o sin
frigorífico o sin inodoro. O eso o encontrarte al final con un ejército de ‘espías’
pero que muy dotado en tu hogar.
Antes, la
pelea era por que los datos no salieran de la esfera privada; ahora, la pelea está
siendo por que las personas también puedan aprovecharse de los beneficios que los
datos personales les producen a las empresas. Qué cambio, ¿verdad?