¿Por
qué nos rasgamos las vestiduras cuando desaparece una especie animal o vegetal
y, sin embargo, ni nos damos por enterados cuando desaparece una lengua? ¿Por
qué las lenguas en peligro de extinción no recaban nuestra estima del mismo
modo que lo hace la posibilidad de extinción del lince ibérico o del tigre siberiano? ¿Por qué no nos preocupamos en
la misma medida?
En la
actualidad, existen más de 6.500 lenguas vivas en el mundo. Cada dos semanas desaparece
una. Más de la mitad se están muriendo y desaparecerán a lo largo de este
siglo. Los expertos estiman que, para que una lengua pueda mantenerse viva en
el tiempo, debe tener, al menos, 100.000 hablantes, un listón demasiado alto
para muchas de ellas. Y cuando una lengua desaparece, desaparece también una
forma de ver el mundo: canciones, historias, leyendas, conocimientos, etcétera.
Un daño comparable a la extinción de una especie… o mucho más si tenemos en
cuenta que se calcula que en el planeta puede haber entre 5 y 10 millones de
especies (aunque solo se han descrito por el momento menos de 2 millones).
Imagino que,
como en otras muchas cosas, si el problema no nos afecta a nosotros, o bien nos
da igual o bien nos da lo mismo. Pues bien, en nuestro país también hay lenguas
que están en peligro o pueden estarlo en un futuro no muy lejano, según la
clasificación que utiliza la Unesco para establecer la vitalidad de una lengua:
- Vulnerable: La mayoría de los niños la hablan, pero puede estar restringida a determinados ámbitos (por ejemplo, el hogar)..
-
En peligro: Los niños ya no la aprenden como lengua materna en casa.
-
En peligro grave: La hablan los abuelos y generaciones anteriores; aunque la
generación de los padres puede entenderla, no la hablan entre ellos ni con los
niños.
-
En peligro crítico: Los hablantes más jóvenes son los abuelos, y la hablan parcial
y raramente.
-
Extinta: No queda ningún hablante.
Según los criterios de la Unesco, el
aragonés, el asturleonés y el aranés están en peligro, y el vasco es
vulnerable.
La Unesco puso en marcha su Atlas de las lenguas del mundo en peligro
hace ya muchos años para que las instancias pertinentes (léase,
administraciones estatales, regionales…) tuvieran la información necesaria para
actuar. ¿Habrá alguien que busque soluciones? ¿O dejaremos que el español,
primero, y el inglés, después, vayan extinguiendo al resto? Veremos.
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